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Galería H2O

Tomàs Morell

Pintura, enigma i desig

Esta es una pintura jugosa, a la vez clásica y discordante, que conecta con el cómic pero que toma sus referentes de la tradición culta. Reúne, en extravagante encuentro, la erudita historia de la pintura y la bad painting gamberra. Provoca una extraña perturbación seductora. Aunque sexualidad y humor hacen parecer la obra de Tomàs Morell accesible, y en cierto modo lo es como estrategia, algo solapado, profundo, se esconde y se manifiesta en ella. Las referencia a la historia de la pintura, cosidas de modo monstruoso y significativo a la vez, corresponden a una búsqueda de un sentido sobre la propia persona. Podría parecer que la serie que se muestra en H2O trata, narcisísticamente, sobre la pintura y su mundo. Pero no. La pintura, incluso representada, es solo un medio para preguntarse sobre el paso del tiempo, sobre la belleza y su reverso, que no es la fealdad sino el desorden. Una observación atenta debe llevar a la clara conclusión de que Tomàs Morell no pretende ser caricaturesco, no pertenece a la parodia. Del mismo modo, por la análoga exigencia de contención, evita la tragedia, el sentimentalismo y el drama. Nos muestra otra cosa, una manifestación de lo subconsciente en lo real.

Hay en las obras de esta exposición dos grandes motivos. Uno es el retrato del intelectual. Por el intelectual se entiende el sabio, la autoridad de la experiencia, es decir, el padre. Familiar y severo, discreto y manifiestamente obsceno, ese otro yo paterno deja ver, a través de una ventana que no da afuera sino adentro, que tras el lenguaje manifiesto siempre hallamos el erotismo fantaseado. El otro tema es el pintor y su modelo, también erótico y artístico, que conduce a implacables desacralizaciones. Esta obra muestra una conexión íntima con la Neue Sachlickeit alemana, el movimiento heterogéneo que en la década de los veinte y los treinta del siglo pasado se interrogó,  a veces de modo despiadado, a la vez sutil y ajeno al romanticismo expresionista, sobre la condición humana en la sociedad moderna y convulsa de entreguerras. Los autorretratos como dandi imperturbable de Max Beckmann, los retratos misteriosos de Christian Schad o el descarnado naturalismo de Otto Dix, serían sus mejores antecedentes.

Tomàs Morell ensaya, desde un presente en el que la pintura ya es post-postmoderna, una pintura alegórica (googleen cuando tengan un rato a Cesare Ripa, autor de la famosa Iconología en 1593). Todo lo que parece excesivo y barroco adquiere, a la luz de su exploración simbólica, un sentido que nos interpela, pues nosotros también pertenecemos a ese laberinto de enigmas y de deseos.

Alex Mitrani

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29 MAR 2024