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Victor Lope Arte Contemporáneo

Gustavo Díaz Sosa

Si alguno tiene ojos, que vea!

Errores y errares en la arquitectura del poder

Si bien Kant confiaba en que la Ilustración liberaría al ser humano de su autoculpable minoría de edad, siglos después, la dependencia hacia los tutores y toda criatura que ahorre pensamiento prevalece en las mismas formas que preocuparon por igual a las masas revolucionarias como a los aedos de la Grecia Clásica. Las jerarquías, las clases y los abusos de aquellos que gobiernan son algunas de las preocupaciones que Gustavo Díaz Sosa trata en sus obras, los purgatorios burocráticos por los que pasean los protagonistas de sus lienzos en gran formato. Gentes sin rostro, codificados únicamente por sus prendas y su errabundo destino, donde alejarse del grupo invita a perderse tanto como buscar amparo en su núcleo. ‘Si alguno tiene ojos, que vea!’, es el lema que el artista proclama a los cuatro vientos, y ante el que acuden piezas de las series que han constituido su discurso, como ‘De Burócratas y Padrinos’, ‘Epopeyas de un Nuevo Milenio’ o ‘El infierno, según cuenta Dante’. Una continuidad mejor argumentada y enriquecida por sus experiencias personales, la necesidad de transmitir todo aquello que ha aprendido en una suerte de autobiografía vivencial. Gustavo apuesta por una comunicación honesta, simbólica, en el que un invisible dedo apunta a las trazas de ideología que se pasean por nuestra realidad. La máxima expresión de la tutela vuelve a ser la institución, ya sea de carácter político o religioso, con su gusto por los laberintos o los cortes en el flujo de pensamiento, la iniciativa individual. El trabajo de Gustavo Díaz Sosa es un desafío a esa jerarquía, no solo conceptual, también formal. La técnica academicista pugna por manifestarse en sus composiciones, más el artista la mantiene a raya a nivel compositivo. Así, encontramos una perspectiva condicionada, de carácter cinematográfico, amplia, incluso distante, para que ninguna voz vaya más allá del discurso que moviliza a la infinidad de elementos presentes en cada obra. Gustavo es aquí un tramoyista que acondiciona al formalismo y que también sabe sacar provecho al potencial distributivo de la jerarquización. Cada una de sus obras es una teogonía donde el estrato más profundo es básicamente compositivo y la perspectiva es definitoria. Le sigue la atmósfera que todo lo impregna, los juegos de luces y sombras. Gustavo confía en los ‘accidentes’ que acontecen durante el proceso, pues azar y genialidad siempre han caminado juntos en la senda del romanticismo; y tras los necesarios ejercicios de ruptura y reparación, de enfrentamiento entre potencialidad y orden, el fondo formalista cede terreno a la mancha cargada de tribulaciones.

‘Si alguno tiene ojos, que vea!’ es una llamada a la acción, a madurar y recuperar la virtud perdida como individuos a manos del consumismo desaforado y el ansia de posesión. También es una reflexión acerca de la fe y sus manifestaciones, espirituales y arquitectónicas. La arquitectura ya no protege a hombres y mujeres, más bien los domina. Cada ladrillo amaga la respuesta a una pregunta formulada desde tiempos inmemoriales, algunas respondidas, otras tantas sin respuesta, todas ellas motivadas por un deseo de libertad presente frente a la promesa futura.

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20 APR 2024