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Juan Luís Moraza

De Oficio

La nobleza del esfuerzo, el amor al trabajo bien hecho, sostienen la vida social mucho más que cualquier ley. Pues mediante un sistema de intercambios y alternancias, el trabajo es también un régimen fundacional del vínculo social. Pero la productividad destituye la excelencia del trabajo. Supone la capitalización instrumental y acelerada de la experiencia, que vuelve indiscernibles operario y herramienta, trabajo y fiesta, voluntad y obligación. La subjetividad habrá sido el último continente objeto de colonización. Y la formalización industrializada de la participación, propiciará una delegación de responsabilidad. Se trata de una ventriloquía trascendental, según la cual reconocemos nuestra voz en el artificio naturalizado de la representación. El ciudadano pasa a ser un paciente agente cuya participación es ejecutada de oficio. En el imperio de una voluntad subrogada, esta existencia “de oficio” remite a una experiencia que se inicia sin necesidad de actividad de la parte interesada, que no sucede a instancia del sujeto, sino de la inercia. Junto a la inercia estética de las tradiciones, opera una inercia creativa, que convierte lo bueno en adverso, en nombre de un potencial “mejor” que elude cualquier cálculo de riesgo. En nombre de una incesante búsqueda de experiencias, la experiencia queda abolida por el absolutismo de la obsolescencia. Si en la dedicación no alienada del artista la necesidad excede en el deseo, su subjetividad es consecuencia del hacer y no un efecto de la instrucción cultural. La derogación del oficio no supone entonces una liberación del trabajo, sino de la singularidad en el modo. Es la impostura del ciudadano sobre el sujeto, del servicio sobre la experiencia.

de oficio” remite a una experiencia que se inicia sin necesidad de actividad de la parte interesada, que no sucede a instancia del sujeto, sino de la inercia. Junto a la inercia estética de las tradiciones, opera una inercia creativa, que convierte lo bueno en adverso, en nombre de un potencial “mejor” que elude cualquier cálculo de riesgo. En nombre de una incesante búsqueda de experiencias, la experiencia queda abolida por el absolutismo de la obsolescencia. Si en la dedicación no alienada del artista la necesidad excede en el deseo, su subjetividad es consecuencia del hacer y no un efecto de la instrucción cultural. La derogación del oficio no supone entonces una liberación del trabajo, sino de la singularidad en el modo. Es la impostura del ciudadano sobre el sujeto, del servicio sobre la experiencia.

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26 APR 2024